
Una situación ideal que no siempre se cumple
Cuando se produce una situación de separación o divorcio, aquello que debe posicionarse en primer término es el interés de los hijos de la pareja, por encima del de los cónyuges. Desde hace ya un tiempo, España ha seguido la estela de países como Canadá, Estados Unidos o Inglaterra, dotando a la custodia compartida de un marco legal legítimo. La custodia compartida ofrece las mismas responsabilidades y obligaciones a los dos padres para con sus hijos. Sin embargo, y pese a que la última palabra es siempre del juez, para que se de una sentencia positiva de custodia compartida es necesario que se cumplan dos condiciones: la disponibilidad temporal y económica de ambos y expresar que la situación responde a una decisión tomada de mutuo acuerdo.
La custodia compartida es una modalidad muy defendida por las asociaciones de padres divorciados, que pretenten acabar con una tradición

En una situación de custodia compartida, toda la familia debe poner de su parte
jurídica que otorgaba todo el poder a las madres, adoptando los varones el papel de «visitantes». Cuando la custodia compartida se pone en marcha, las implicaciones se modifican sustancialmente. ¿Quieres saber en qué consisten exactamente? Para empezar, existen dos modos de planificar la organización familiar. El primero de ellos consiste en que se guarde la vivienda donde la familia compartió su vida y donde el niño ha crecido. Así, éste no se traslada de casa y son los padres aquellos que se turnan para vivir con él. Cada uno de ellos debe vivir, por lo tanto, en su propia casa, salvo las temporadas donde comparta vida en el domicilio del menor.
Para un ex-cónyuge que desea rehacer su vida junto con una nueva pareja, esta situación no es para nada fácil. Es por ello que en la mayoría de los casos se aplica la segunda variante de la custodia compartida, que es la que conocemos todos: el niño se traslada periódicamente (días, semanas, meses, etc.) de un domicilio a otro. El juez pedirá una serie de requisitos obligados para que esta situación sea viable: los padres deben vivir relativamente cerca y no extraer al niño de sus actividades cotidianas (mismo colegio, mismas clases extraescolares, mismos amigos…). El objetivo es que la cotidianeidad, en la medida de lo posible, no se altere.

Hay niños que no llevan bien el desconcierto de vivir entre dos casas
Para que la custodia compartida salga bien debe haber una voluntad de entendimiento y un diálogo fluído entre los padres, requisito que muchas veces es difícil de conseguir. Los dos deben ponerse de acuerdo en seguir una linea educativa conjunta, unos horarios parejos, una rutina… en definitiva, establecer pautas para que la vida de un menor que vive entre dos domicilios sea, al menos, coherente.
La custodia compartida tiene puntos muy positivos para los hijos de la ex-pareja. Por un lado, se fuerza el entendimiento mutuo entre los ex-componentes del matrimonio, hecho que siempre repercutirá de manera óptima en el menor. Ambos tienen la oportunidad de participar activamente en la educación de los hijos, así como de estar presentes en todas las facetas de su desarrollo. Con la custodia compartida, la logística y la organización se complican, pero la presencia y la influencia de los dos padres gana en igualdad. Sea como fuere, aquello que debe de seguir prevaleciendo son los intereses del menor, por lo que si esta situación supone desequilibrio emocional o infelicidad a los hijos, mejor dejarla de lado. En caso contrario, la custodia compartida es una buena opción a la que nos hemos de ir acostumbrando día a día.
Fuentes: Mujeresjuristasthemis.org
Familia por RKHawaii en Flickr
Cartel baño por piérre bedat en Flickr
Ilustración por chavezonico en Flickr
Cayetano Sánchez Reyes
“No todo vale por el bien del Menor”, por encima del menor muchas veces está la salud de la familia, incluso cuando esta se ha roto, porque con ello a la larga se asegura el bienestar de los hijos.
Con la ruptura, aparece una nueva situación familiar y no siempre es posible mantener los mismos trabajos, la misma casa, el mismo nivel económico y las mismas relaciones. Estamos en una sociedad en continuo cambio, donde los cambios se precipitan a una velocidad vertiginosa. Los niños tienen que acostumbrase y adaptarse también a eso cambios impuestos más por la evolución cultural y económica de la sociedad que por el divorcio.
El bienestar de los hijos está con sus padres y madres, no es un requisito indispensable para ello mantener la misma casa sin que el hijo salga de ella, tampoco es un requisito mantener el mismo colegio, ni los mismos amigos, ni tampoco mantener el mismo nivel económico. Los hijos se adaptan a la vida de sus padres y de sus madres separados, al igual que se adaptan los hijos de cualquier familia a las situaciones cambiantes del mundo.
Muy pocas personas tienen trabajo fijo en este mundo, incluso en un mismo año se pueden desempeñar varios trabajos, las personas trabajan donde pueden obtener su sustento. ¿Vivienda fija? ¿Quién tiene una vivienda en propiedad? Sólo unos pocos privilegiados. Incluso los matrimonios felices están en continuo cambio y adaptación de vivienda, de relaciones y de trabajos.
“La custodia compartida” no es rizar el rizo, es simplemente el derecho de los hijos a ser educados, criados y mantenidos en condiciones de igualdad por ambos progenitores, y un deber de estos y una necesidad de la sociedad porque con ello se sientan las bases de una sociedad igualitaria. No exijamos a los padres y madres separados lo que no se exige a las familias unidos.
Cayetano Sánchez Reyes