Además, a mi parecer, es un grito en honor a las distintas maternidades, donde podemos ver cómo la mujer toma un papel muy importante en la crianza de los niños; casi no se ve a los papás. Donde dependiendo del lugar del mundo donde les ha tocado hacer de madres podemos comprobar que su ingenio, su cultura y su propia educación, experiencia o necesidad les lleva a criar a sus hijos de la mejor manera posible, pero sin que les falte lo más importante: cariño y cuidados. En la película podemos comprobar que las madres de Namibia no sobreprotegen a los niños ni les miman en exceso, cómo hacemos en occidente, lo cual es una clara manifestación de otra cultura.

Cartel de la película.
Esta película tiene algunas escenas un poco escalofriantes a mi parecer, como cuando atan a los bebés recién nacidos en Mongolia, o les dejan solos en la casa mientras la mujer se hace cargo de las faenas, con animales a su alrededor y dejándolos un poco al amparo del instinto animal para no hacer daño a un bebé, o como cuando un perro le lame la boca a un bebé. Otra escena un poco fuerte es ver pasearse a un gallo enorme al lado de un bebé indefenso, que bien podría picarle los ojos y poco podría hacer el bebé para defenderse. Estas escenas le pueden poner a una los pelos de punta, sobre todo a las madres que estamos tan acostumbradas a sobreproteger a nuestros pequeños.
No obstante, la mayoría de escenas son de una ternura impresionante, gracias a las sonrisas y risas de estos pequeños de Namibia o Mongolia, a los que no parece sorprenderles nada, que se entretienen con una simple piedra. Al mismo tiempo, es revelador ver cómo la niña japonesa por muchos juguetes que tiene a su alcance, llora porque al fin y al cabo lo que necesita es el tiempo de sus papás un tiempo que para los niños es precioso y necesario. Esta es una buena película para saber lo que tenemos y por lo que tenemos que luchar en cada una de nuestras culturas.
«Cartel de la película «Bebés», dirigida por Thomas Balmès»